Sabor y tradición del mole amateco

Amatlán de los Reyes, Ver. – En el municipio de Amatlán de los Reyes, la tradición y el sabor se unen en el mole amateco, una receta que lleva siglos siendo parte esencial de la identidad cultural de la región.

Raquel Méndez Corona, una orgullosa portadora de esta herencia, prepara el mole en un ritual que conserva los métodos y sabores originales, transmitidos a lo largo de tres generaciones.

Con el huipil ceremonial típico de Amatlán, que ella misma ha bordado, Raquel da inicio al proceso de elaboración del mole ante la estufa de leña, donde se avivan las brasas.

Este huipil, tradicionalmente usado para festividades y ocasiones especiales, es símbolo de respeto hacia su cultura y al mismo tiempo un recordatorio de que la cocina mexicana es mucho más que un acto cotidiano: es un homenaje a sus raíces.

La Preparación del Mole: Un Arte Heredado

Cada ingrediente del mole amateco, desde el chile ancho hasta la canela, es seleccionado y preparado con esmero. Raquel comienza asando el ajonjolí y los chiles, en un metate que ha pertenecido a su familia por varias generaciones. Este molcajete de piedra, desgastado por el tiempo, es tan importante como los ingredientes mismos, pues representa un vínculo directo con sus ancestros.

“A mí me enseñó mi mamá, Eufrasia Corona Rojas”, relata Raquel. “En nuestra familia, llevamos más de tres generaciones preparando este mole de la misma forma. Yo uso estos ingredientes específicos porque sé que son los que debe llevar el mole amateco tradicional”.

La Magia del Metate y el Fuego

Con destreza y ritmo, Raquel martaja los ingredientes hasta obtener una pasta homogénea y espesa, un trabajo arduo y meticuloso que realiza con el mismo vigor que una joven.

“El mole amateco tiene una característica especial: no es ni dulce ni picoso. Cada especie que utilizamos resalta en el sabor final, permitiendo al comensal disfrutarlo sin problemas digestivos”, explica.

Una vez listos los condimentos, Raquel coloca una olla de barro sobre el fuego. El barro, asegura, otorga un sabor único que realza los matices del mole. Durante 20 minutos, la mujer revuelve la mezcla con paciencia, moviendo el mole en el fuego sin pausa para que adquiera esa textura espesa que lo hace inconfundible.

Un Festín para los Sentidos

El aroma del mole impregna el ambiente, mezclándose con el humo de la leña y creando un ambiente que invita al banquete. Tras una hora de preparación, el mole está listo para servirse, y Raquel lo combina con caldo de pollo, logrando un espesor perfecto.

Cada plato, preparado en recipientes de barro, es acompañado de un tamal de frijol envuelto en hoja “huele a tamal”, una hoja tradicional de los antiguos pobladores de la región.

Al presentar el plato, la mujer sostiene una de las tradiciones más antiguas de su pueblo. “Quiero que mis nietas aprendan a preparar esta receta. Quiero que el mole amateco no se pierda, que ellas sientan lo mismo que yo cuando lo preparo”, comenta Raquel con una mezcla de orgullo y nostalgia.

Una Tradición en Riesgo de Extinción

Raquel Méndez es una de las pocas mujeres de su comunidad que aún preservan este legado. En un mundo donde la comida rápida y los métodos modernos amenazan con desvanecer las prácticas tradicionales, el trabajo de Raquel es esencial para mantener viva una tradición que va más allá de la cocina; representa la identidad y la historia de Amatlán de los Reyes.

Cada plato de mole amateco servido en su mesa no es solo un alimento; es una celebración de la cultura, del esfuerzo y del amor por sus ancestros, quienes, generación tras generación, han mantenido viva la esencia de este delicioso platillo.